jueves, 21 de mayo de 2015

El problema viene de arriba




Brutalidad. Presupuesto. Disfrutar. Mutuo acuerdo. Son palabras que hemos leído y escuchado lo que va de esta semana, la más larga de los últimos tiempos, pues lo que parecía una tranquila pretemporada americanista de pronto se inmoló luego de una cena entre Gustavo y Peláez; lo que en principio fue una junta de planeación rutinaria se rompió en el tema de los refuerzos. Creámoslo o no, Matosas decidió abandonar el equipo luego de la negativa del presidente deportivo a cumplir su lista de jugadores requeridos para reforzar la plantilla de cara al próximo y ocupado semestre que se avecina. Montados ambos en sus respectivos burros, uno en una poco realista ambición y otro en su ya común austeridad tacañería, fue imposible lograr un punto de equilibrio (como toda la temporada de Matosas) y de común acuerdo se van por caminos separados.

Ricardo Peláez, hasta hace dos semanas, era alabado por propios extraños luego de un título más bajo su gestión. De ser el nuevo Panchito Hernández no bajaban los halagos. Como casi siempre suele suceder en el periodismo deportivo con más público, los grandes medios y las opiniones de masas, la gestión de Peláez se estaba magnificando por resultados mas no por el proceso o el camino completo. O Las formas. Je.
Si bien Peláez es un directivo capaz, serio, honesto y comprometido (?), no han sido los títulos su gran aporte sino la transmisión de sus valores de directivo antes mencionados al club, regresándole así, la estabilidad y seriedad necesaria. Ese ha sido su gran aporte. Plataforma sólida que hizo que los dos proyectos serios que formó, hablo de Herrera y Mohamed, dieran los resultados esperados.
 El problema viene cuando esos valores se trastornaron en soberbias y caprichos. 
Peláez, y lo menciono siempre a él por ser el encargado del área deportiva que es lo que nos importa aquí, perdió honestidad y credibilidad en el caso de El Turco; ganó soberbia armando un plantel de veintitantos millones de dólares sin consultar antes con su capricho: Gustavo Matosas.

El uruguayo llegó ilusionando a todos y con una linda teoría que nunca pudo comprobar en el campo de juego. Se puede alegar en su defensa que para jugar a lo que él pretendía hacía falta otro tipo de jugadores. Y es cierto. Como también es verdad que un técnico serio no agarra un plantel previamente diseñado, sin opción de tocarlo y sin poder incorporar, al menos, un jugador de su confianza. Así Gustavo se fue a los tumbos por el semestre, con unos partidos mejores que otros, varios desastres y la gran conquista de la Concachampions, con el magnífico levantón que le dio al equipo en el medio tiempo.
Gustavo terminó la temporada más que estable en el cargo, pero desde mitad de torneo parecía tenía más ganas de irse que de quedarse. La verdad histórica (?) de los refuerzos huele más a pretexto que a realidad, pues todo técnico menos los del Madrid pueden decir que su lista de peticiones nunca es cumplida al cien por ciento. Aunque dicha lista contenía magníficos jugadores, es irreal pretender que llegaran todos considerando que el presupuesto del año ya había sido malgastado y desperdiciado en el primer torneo, en otros magníficos jugadores, pero sin la certeza de que en realidad fueran los que necesitaba el equipo y el sistema del nuevo entrenador. Craso error.
Por otra parte, un entrenador que no es capaz de darse cuenta de la realidad de su plantel, sus puntos fuertes y sus lados endebles, y se aferra a su idea en pos de un gozo personal y no del mejor rendimiento de su equipo considerando las circunstancias, no es un DT serio ni es nada. No es valentía mantenerse en la apuesta de un equipo con vértigo y ofensividad cuando no hay medio campo que lo respalde. Es incompetencia. Gustavo se equivocó, se bajó del barco a la segunda inconveniencia y nunca sabremos si hubiera sido mejor la siguiente campaña con sus elementos.

Al final, la gran apuesta de Ricardo Peláez, después de haber cimbrado un equipo campeón y usar el presupuesto del año en refuerzos del gusto del técnico anterior para dárselos al nuevo, terminó de forma abrupta. Duró apenas cinco meses y un día.
Es responsabilidad de Gustavo Matosas no haber llegado más lejos en una liga por demás ganable y abandonar el cargo sin una explicación que termine de convencer.
A Peláez, en cambio, le toca hacerse cargo de una cadena de malas decisiones que vienen desde diciembre. Una desastrosa planeación para el semestre que termina y un negro futuro en puerta, con poco dinero para reforzar las zonas donde claramente se necesita y el trabajo de nombrar al DT sucesor, que por los rumores, son más atentados a la historia del club y a sus propias palabras, que verdaderos tipos con credenciales para el cargo.
Parece que a Ricardo se le infló el ego y más que un técnico serio y con carácter busca a un gerente de una multinacional que le administre el plantel que tanto trabajo le costó armar y no tenga la osadía de pedirle algo más.

No hay más palabras, señor juez: El problema viene de arriba.

 

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