Aunque no eficaz los noventa
minutos de partido, el amontonamiento defensivo de Puebla bastó para que al
equipo local se le fueran secando las ideas con el correr del tiempo. Con el envión anímico del silbatazo inicial
en una cancha totalmente a favor, América fue para delante desde el principio,
basándose en el talento de sus hombres ofensivos y con la posibilidad de
posicionar prácticamente todas las líneas en el campo del rival, gracias a la
poca, por no decir nula, amenaza ofensiva poblana. Las Águilas hallaron, esta
vez en el Científico del Gol, su mejor arma para superar las líneas enemigas y
gracias a una desequilibrante primera parte del colombiano, encontraron sus
mejores chances para marcar. Quintero entendió la primera parte como ningún otro
de sus compañeros; siempre con veloz y hábil, pero con la calma precisa para el
último quiebre y la visión de un pase entre líneas que pudiera colocar a alguno
de sus compañeros de cara al marco, resultó el mayor peligro para la táctica
visitante. Darwin por derecha, fue el dulce contraste a lo ocurrido por
izquierda, en donde la presencia constante de tres hombres (Arroyo por posición,
Sambueza por costumbre y Samudio subiendo la lateral) sirvió únicamente para anularse
por sí solos, debido a una falta de coordinación e ideas por ese costado.
Son tan sólo tres jornadas apenas,
pero parece que Arroyo, al seguir navegando en intermitencia, empieza a sobrar
en un esquema al que le sobran hombres desequilibrantes y le faltan
conductores. Si bien en la banca el DT no puede encontrar ninguna garantía,
Osvaldo Martínez en lugar de Arroyo y Sambueza tomando su posición parece ser
una modificación lógica que podría redituarle en una mejor distribución de
balón y gente al frente por parte de Las Águilas.
Los dos últimos partidos de
América, aunque con malos resultados, deben de proporcionar importantes
certezas al cuerpo técnico. Es claro que el equipo requiere un mediocampo
muchísimo más eficiente y elástico; y adelante no sirve la suma constante de
hombres si estos no tienen muy claro qué hacer con el balón, pues el juego de
equipo por las bandas aún no cuenta con pasadas ni coordinación de movimientos
y la centralización del juego resulta ineficaz con tantas piernas y tan poca imaginación.
América tiene el balón, pero no
termina por encontrar las rutas hacia el gol. Al final, lo mejor (cuando no), fue El Diez
errante que sólo ha podido volver a casa en múltiples disfraces, pero nunca más
lo hará con su verdadera piel: Cuauhtémoc Blanco salvó la noche. Una vez más.
#ElÚnico10QueVi