Cuando un equipo recibe siete
goles en total, cuatro de ellos en casa, en una serie definitiva a ida y vuelta
no hay muchas chances para terminar pasando; por más huevos, corazón y valentía
que se le ponga al asunto.
América y Gustavo Matosas en
especial, no aprendieron nada del torneo regular y de la ida contra Pachuca, y
para la vuelta volvieron a plantarse igual. América fue a lo largo del torneo
un equipo lleno de voluntad, coraje y buenas intenciones. Y también fue un
equipo completamente desequilibrado, con horribles huecos en zonas críticas y
una soberbia que nunca le permitió crecer a un nivel que reflejara la buena
calidad de sus elementos.
Un partido que resultó épico,
dramático y por momentos ilusionante para toda la nación azulcrema, pero que no
debe maquillar ni servir de distractor para no ver lo que estuvo siempre ante
nuestros ojos. América no quedó fuera, aunque lo parezca, por un penalti dudoso
en el último suspiro del partido. Tampoco la eliminación fue porque Darwin no
fue capaz de guardar el balón los últimos segundos que le quedaban al
encuentro, prefiriendo un disparo desde media cancha contra el arco contrario.
No. América quedó fuera contra Pachuca porque el entrenador, en su soberbia,
sacrificó las esperanzas de semifinales en pro de respetar una idea o táctica
que nunca en el torneo se dominó y que el rival supo descifrar y encontrarle
las lagunas donde sacar redito.
Ese fue el América, un puño de
ganas por atacar y siempre marcar uno más que el rival. Pero en la cancha,
cuando la teoría tuvo que ser llevada a la práctica, siempre encontramos un
puñado de valientes desbocados intentando atacar pero desordenadamente y sin un
respaldo que los hiciera fuertes. Gustavo decidió pintar en las alturas sin
construir los andamios que lo mantuvieran sin caerse y se comió 7 en dos
juegos. No hay muchas otras cosas más que decir. Como aficionado se reconoce el
esfuerzo y la actitud que siempre se le vio al equipo, pero también es momento
de analizar la idea de un técnico que, por más necedad que valentía, nunca supo
corregir el rumbo de un equipo destinado a recibir más goles de los que pueda
marcar.
Un final abrupto para un torneo
sumamente irregular que deja más interrogantes que certezas.
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