Hay que estar ahí para creerlo.
Hay que verlos fallar pases de rutina y querer terminar todas entrando con la
pelota en los pies al arco para entenderlo. Hay que mirar a los cuatro hinchas
de Leones Negros en el estadio celebrar con incredulidad un golazo, aferrarse a
él y cantar la victoria antes de los 90. Hay que escuchar a la afición
americanista abuchear al medio tiempo y contemplarlos salir del estadio minutos
antes de que termine el partido para saber que algo terriblemente bochornoso
ocurrió en el coloso de Santa Úrsula.
El fútbol, como todo deporte, es
uno en donde se puede ganar o perder. La base del fanatismo en todo el mundo
está dada por la nula certeza de un resultado, pues “en el fútbol todo puede
pasar”. Tal postulado es casi siempre válido, pero cuando miras en el
calendario que tu equipo, grande, poderoso y al parecer enrachado tiene la
visita de un equipo como Leones Negros: al borde del descenso, inofensivo y con
un conjunto de jugadores de calidad inferior al que ni siquiera la táctica le
ha ayudado a conseguir puntos que lo hagan ilusionarse por mantener la
categoría, es impensable una derrota.
El último lugar de la tabla
porcentual solo necesitó de hacer un disparo al arco para llevarse la victoria
más importante desde su ascenso. Un equipo americanista altamente errático, de
soberbia actitud y pocas ideas dentro y fuera de la cancha terminó por culminar
la obra de los visitantes.
Se ha visto con el correr de los
partidos que al equipo de Matosas la falta de espacios le hace daño. Parece que
la filosofía ofensiva de esta nueva gestión sólo puede encontrar buen puerto
cuando el otro le propone de manera suicida un duelo de tú a tú dejando grandes
huecos en su zona baja. Así lo hizo Jaguares y se comió cinco. Así lo hizo
Pumas y no perdió por más porque las fallas fueron increíbles. Puebla y UdG no
lo hicieron y ambos sacaron puntos. En América nadie entendió el juego; Matosas
insiste en dejarle la responsabilidad del centro del campo a un futbolista
lleno de pánico como Guerrero y desacomoda un sistema que parecía venir
encontrando el rumbo por darle cabida de nuevo a un Quintero que no termina de
tener el nivel que de él se espera y que al compartir la responsabilidad de
creación con Sambueza termina por desaparecer. Rubens, en cambio, es el
futbolista que mejor se mostró en el campo y comprendió lo que el juego
requería. Desafortunadamente su decisión por presionar y recuperar el balón,
sacrificio, pase entre líneas y cambios de ritmo no encontraron eco en sus
compañeros que caminaron el partido en un mundo de fantasía y al final también
se perdió en él.
Indudable es que el prestigio y
grandeza están mucho más del lado de América que de Leones Negros. Es responsabilidad de los primeros no
mancharlo con actitudes poco decorosas y escaso compromiso. El equipo azulcrema
no puede creer la premisa de que arrollará a sus rivales en cada una de sus
presentaciones por el simple de hecho de haber invertido millones de dólares en
futbolistas de calidad y tener al mando al técnico de moda de la Liga.
Gustavo Matosas entiende, por las
declaraciones que da, lo que va ocurriendo a cada encuentro. Será de vital
importancia que transmita su compromiso y claridad tantos a sus propios
planteamientos como a sus futbolistas, pues por momentos estos parecen dar por
sentado algo que aún está lejos de llegar.
#QuéPapelón
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