Todo principio tiene un fin. Todo
cuento, novela o relato comienza por alguna cuestión y finaliza en un clímax,
para bien o para mal. Disney y Hollywood nos enseñaron a esperar finales
felices. También América.
El objetivo de todo el mundo azulcrema
se cumplió en una bizarra y caótica, como el semestre, serie final ante los
Tigres de la UANL.
El cuadro de las águilas se instaló merecidamente en la final, después de una campaña de liderato, lodo y basuritas en el camino. Obtuvo su pase, después de derrotar con facilidad a un débil Monterrey y, a pesar de todo, llegó como favorito al título. Los Tigres, por su parte, accedieron sin anotar un solo gol, pero dejando en claro que habría que luchar mucho para marcarles uno.
El cuadro de las águilas se instaló merecidamente en la final, después de una campaña de liderato, lodo y basuritas en el camino. Obtuvo su pase, después de derrotar con facilidad a un débil Monterrey y, a pesar de todo, llegó como favorito al título. Los Tigres, por su parte, accedieron sin anotar un solo gol, pero dejando en claro que habría que luchar mucho para marcarles uno.
Así entró América el jueves al
Volcán. Un estadio enfiestado completamente del lado local, con la intención de
hacer su partido y hacer mella en el cuadro visitante. No ocurrió.
América se plantó, como pudo y por
momentos con incertidumbre, en patio ajeno y sobrellevó las acciones sin hacer
un partido brillante. El balón fue de una camiseta a otra sin quedarse
demasiado tiempo en una. Ambos equipos, aunque voluntariosos, circularon el
balón con imprecisión por un terreno demasiado húmedo, lo que dificultó aún más
el buen juego por parte de dos escuadras sin demasiado empuje. Con el transitar
de los minutos, y ya en la parte complementaria, la pequeña sensación de
solidez americanista comenzó a resquebrajarse ante el empuje Tigre, y después
de un cuestionable cambio por parte de Mohamed, América cedió por completo la
lucha del balón a la potencia de los jugadores felinos y en un nuevo episodio
de “Damián vacuna a Las Águilas” el mediocampista argentino se llevó con
facilidad al juvenil Alvarado y metió un servicio preciso a la cabeza de un
Guerrón que triunfó en su salto y mando a guardar la esférica para el gol
local. Ante la anotación, y en una decisión más kamikaze que valerosa teniendo
en cuenta que aún faltaba el juego de vuelta, Mohamed decidió poner todo por el
empate e ingresó a sus hombres ofensivos. Aunque América se hizo del partido,
no pudo nunca infiltrarse en las líneas contrarias y el marcador ya no se movió.
Restaban noventa minutos en el coloso de Santa Úrsula para, de nueva cuenta,
remontar en una final y alzar el campeonato. Escenario más que cómodo para el
Club América.
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Podrán contra 11 pero no contra cien mil |
El domingo llegó, y con él, la
cita con la historia por parte de todos los involucrados en el juego. Ante un
pletórico y majestuoso Azteca, Mohamed modificó y en una alineación
completamente ofensiva, hizo jugar a Zúñiga (por Rey), Arroyo (por Quick) y
Sambueza (por Martínez). Esto le dio a los azulcremas la potencia y el
desequilibrio del que carecieron en la ida; y empujando más con actitud que con
fútbol, rápidamente se adueñaron del juego de vuelta, secuestrando las
ilusiones del visitante.
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Rompió a Tigres |
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Gracias Pablito |
El jugador número doce pesó más en
la cancha
americanista que en la felina. Y además de la garra y decisión de
América para ir al frente desde el primer minuto, Tigres nunca se sintió cómodo
ante el monstruo de cien mil gargantas. Con
el reloj ya avanzado y cuando comenzaban a nublarse las ideas y a surgir las
carencias de las últimas fechas americanistas, fue Arroyo quien peleó por una
dividida en mediocampo, ganó, y con una potencia y furia casi inédita, desbordó
a la zaga visitante para romper el arco con un riflazo salido de su pierna
menos hábil. Ahí, aunque aún faltaba un gol
para hacerlo oficial, América
agarró la copa y ya
no la soltó. Llegó después el arco perfecto del balón que
Pablito impactó y puso en el ángulo de aquella portería que, por muchas
razones, nunca olvidaremos. Tigres se volvió loco y se terminó de morir con una
tercia de expulsiones. Las águilas se hicieron campeones goleando y paseando el
balón de un lado a otro durante veinte minutos. Con el silbatazo final se
realizó el sueño de todos y una copa más llegó a Coapa. América y su gente celebraron un campeonato
imposible, lleno de dudas, lamentos y tropezones, pero con el mérito de la
unidad y el trabajo en equipo que tanto le redituó al Club en las primeras
jornadas. Las Águilas, aunque así lo cuente la estadística, no fueron campeones
por derrotar a su rival 3-1. Fueron campeones porque sencillamente fueron los
mejores durante seis meses. Porque ganaron más que sus rivales, fueron más
sólidos y, sobretodo, porque pusieron agallas extras para sobreponerse a
semanas de tensión e incertidumbre que a más de uno hubiera destruido. Los
jugadores y el entrenador hicieron valer la playera, dignificaron el escudo, y
escribieron un capítulo más de grandeza en la historia del único equipo
realmente grande de la nación.
Este es el Club América. Este es
el Club que juega contra once y contra lo que le pongan. El que se levanta
cuando lo golpean. El que nunca deja de luchar. El que hace posible lo
imposible. El que hace feliz a millones.
Y una vez más, haciendo las
cuentas al final, lo demostró.
Felicitaciones a los jugadores y
cuerpo técnico, este título es todo de ellos.
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Campeón |
Saliste campeón, América, saliste campeón. Eres el más ganador de todos y terminaste con la mentira de algunos.
Un final feliz.
Pues lo posible se confirmó: " América Campeón". Un episodio más de la épica azulcrema, que tuvo un escenario magnífico: el estadio Azteca. 14 de Diciembre de 2014 fecha fundamental de la historia de gloria del ave mexicana.
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