Clásico que a los del Pedregal les regresa la idea futbolística y la fuerza
en las piernas cada que juegan contra América y pisan el Azteca.
Clásico que no dan por perdido ningún balón.
Clásico que se ordenan bien atrás como eufemismo para decir que no tienen
mucho con qué competir de tú a tú.
Clásico que Verón vuelve a ser Beckenbauer.
Clásico que la afición de Pumas, que se cansa de putear reprobar
cada quince días a su equipo en casa, en este juego están todos presentes, no
falta uno solo y proclaman su amor “incondicional”.
Clásico que en este partido el que peor va apela a la -heroica y digna
victoria- y se alza de su mediocridad para darle una lección de “humildad” al
otro.
Clásicas las burlas y los lugares comunes al término del encuentro.
Clásico todo eso y clásico que de este lado, del lado azulcrema, no se
tengan presentes estas actitudes cíclicas del rival y se tome el partido como
uno más. No, jugadores, este NO es un partido más. No afición, no son sólo tres
puntos para nosotros. Si les incomoda la palabrita, sustitúyanla por otra, si
no quieren darle tanta importancia al rival pues entonces no dramaticen después,
pero este encuentro, como sucede con Guadalajara y todavía un poco con Cruz
Azul, no son igual al resto.
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Si acertara en su última decisión. Estaría en el Barcelona. |
América perdió un clásico este sábado. Con todas las vertientes,
significados y acepciones que pueda tener ese encabezado. Y lo perdió no porque
fuera superado por su rival en el trámite del partido, pues de hecho quien
estuvo más cerca de la victoria fueron las Águilas. Lo perdió de última hora
con un gol bizarro. Y lo perdió porque en noventa minutos no fue capaz de
demostrar la distancia que hay en funcionamiento y capacidad en uno y otro
equipo. Porque América, a pesar de no ser una aplanadora ni el Bayern de
Guardiola, ha mostrado más fútbol en el torneo.
Perdió el partido porque, aunque tuvo varias ocasiones claras, nunca
incomodó ni hizo pasarla mal a su rival. Perdió porque algunos jugadores no
supieron encarar este encuentro. Porque pumas no sufrió el sábado en el Azteca.
Y es en estos partidos, en los que la actitud suele pesar más que la
táctica, que es difícil interpretar lo que ocurre en el campo. América no deja
de sufrir en el medio y, por desgracia, esta línea tuvo el sábado su peor día:
Con un Molina fuera de ritmo, incapaz de cortar los escasos circuitos rivales, un Martínez
completamente errático y un fantasma en Velasco. Un caos.
Con este problema, América volvió a jugar al balón largo a la espera de la
recepción de algún (Peralta) atacante, y una vez con el control del balón en
campo rival, crear peligro a base de desbordes (Arroyo) y, sobretodo, disparos
de media distancia. Con tres oportunidades claras en momentos claves del
partido en pies de tres diferentes jugadores (Rey, Arroyo y Zúñiga) que no pudieron
aprovechar, América construyó su suerte y por esa fatal y ciega (in)justicia del
fútbol, perdió el juego en un disparo desviado.
Los dos juegos del año contra Pumas terminaron en derrota; en ambos se
estuvo siempre más cerca de ganar que de perder pero el resultado fue el mismo.
Golpe fuerte para el equipo y cuerpo técnico que debe de trabajar
imperiosamente en tres cosas: mejorar la preparación física, hacer un
mediocampo sólido y encontrar el mejor acompañante para Peralta, pues parece
que Rey no da más.
Hay una semana extra de trabajo, para volver el 13 de septiembre en Guadalajara contra unos férreos Leones Negros que se morirán en el campo, como todos, en busca de dar la nota de ganarle a América. Si no se mejora en mediocampo, las cosas se pueden tornar complicadas.
Mohamón y el patiño Pelaéz deberían ofrecer una disculpa pública a la afición americanista.
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